sábado, 22 de junio de 2013

Fragmento de La Reina de los Piratas III:Venganza

-¿Sabes qué es esto Drake?-le dijo mostrándole el cráneo de Lady Berns.


-¡Es imposible!-exclamó él.


Mair se echó a reír.


-Pásate por Puerto Arrecife, el esqueleto que avisa a los de nuestra calaña que ahí no somos bienvenidos ahora ya no está.-


Drake abrió como platos aquellos ojos de hielo que tantos hombres temían y miró fijamente el cráneo. ¿Era el de su amada? ¡No! se negó a si mismo en silencio. Era imposible que aquel joven hubiese podido robar el cuerpo que los Puros habían usado durante años para alejarlos de sus dominios.


-¿Que barrunta esa cabeza endemoniada? ¿Teme el siervo blanco del infierno estar ante los restos de la mujer que tanto amó, esos restos que anhela desde el día en el que ella pasó a ser guiada por los Jinetes?-


Drake torció el labio intentando aguantar la rabia que le recorría el cuerpo. ¡Cuan arrogante era aquel insolente e injustamente nombrado Príncipe!


-Un hijo de Banenkars no teme a nada.-dijo el íncubo manteniendo la calma.


Mair rió a carcajadas.


-No seas tan mentiroso señor Drake, ambos sabemos que se te da mal fingir en cualquier ámbito. Eres visceral, impulsivo, pasional y temeroso. Por eso mandaste aniquilar a dos Príncipes, temes absolutamente todo lo que pueda ser mejor que tú y sobretodo temes a algo que jamás podrás controlar...- Mair se acercó al íncubo y le dio con su dedo índice un par de golpecitos en el pecho, justo donde se sitúa al corazón.-...Temes lo que éste pueda sentir por otra persona.-


Drake le miraba impasible, frío como los mares que le pertenecían.


-Por eso jamás se lo dijiste, el amor te hace débil. Consentías que todas las noches piratas, nobles e incluso borrachos se acostaran con ella, la profanaran de todas las formas posibles con fantasías sexuales que serían duras incluso para un íncubo como tú. ¿Todo esto por qué?...-


El joven comenzó a andar alrededor del albino con la calavera de aquella pobre mujer en la mano y mirándola a los ojos prosiguió a responder a aquella pregunta, sabiendo que el demonio no lo haría. -Por qué ella te hacía sentir débil, le mostrabas el cariño justo para tenerla contenta, eras buen amante, buen cliente y sobretodo un buen amigo con él que ella se sentía a gusto. Pero eso no le bastaba, ella en su fuero interno te pedía más y tu cabecita de demonio lo sabía, lo sentía. ¡Oh Drake! Sabemos todos que los pensamientos de las mujeres son algo que jamás se te escapan, puedes leer la mente de toda mujer que te ama, puedes sentir sus deseos, sus anhelos y sobretodo puedes cumplirlos. ¿Qué te llevo a no cumplir los deseos de la pobre...? ¿Cuál era su nombre de pila?-


El joven se paró frente al Demonio Blanco y golpeó tres veces la calavera como si intentara que ésta le dijera su nombre. Drake sintió asco y no pudo evitar reflejarlo en su rostro.


-¡Ah sí! Laisani, ¿Verdad? ¿O te gusta más que la llame Laisi? ¿Así solías llamarla tú verdad?-


Drake sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se estremeció. ¿Cómo sabía todas esas cosas? Los sentimientos de ella hacia él, lo que ella sufría cuando no estaba a su lado, y aquel nombre. Laisi era el nombre cariñoso que él le había puesto, era algo que solo ella y él conocían al igual que...


-¿Qué ocurre Arthur? Parece que hayas visto un fantasma-dijo moviendo la mandíbula de la calavera y poniendo un tono burlesco, para después volverse a reír a carcajadas de aquella macabra broma.


Drake no salía de su asombro. Sabía también su verdadero nombre, Arthur. Solo Laisi lo conocía, solo ella le llamaba así, ni siquiera a su actual mujer le consentía tal privilegio. Miró la calavera detenidamente. Los huesos pueden hablar de lo que antaño fue la persona, cualquier óseomante podía hacer una lectura de los recuerdos de un esqueleto , era sencillo. Pero si eso era cierto, si aquella información la había sacado del cráneo, no cabía duda de que se trataba de su amada, de los anhelados restos de su amada.


Mair comenzó a tararear una canción pirata mientras fingía bailar con la calavera.


-¿Qué quieres a cambio?-se pronunció Drake haciendo que el joven dejara de bailotear.


-¡No me lo puedo creer! ¿Tan importante son unos huesos para ti?-


Drake permaneció en silencio esperando una respuesta a su pregunta.


-¡Quédatela Drake! Yo no quiero esto.-le dijo tendiéndole la calavera.


El pirata albino intentó cogerla pero el chico rápidamente la apartó.


-Aunque, pensándolo bien... No puedo rechazar una oferta ta suculenta. ¿Qué estás dispuesto a darme Arthur?-


Drake se mordió el labio al escuchar su nombre pronunciado por aquella chirriante voz.


-Lo que pidas. Tengo mucho dinero, muchos tesoros, joyas, incluso puedo regalarte una isla o un nuevo barco, ambos sabemos que El Alma Azul es un buque de pescadores.-


Mair se rascó la barbilla pensativo.


-Te daré lo que sea, pero quiero cada uno de los huesos que pertenecieron a Lady Berns.-apuntilló Drake.


El joven continuó pensando unos instantes más.


-Es cierto, tienes muchas cosas que me interesan pero... un nuevo barco me iría genial. Un barco con un nombre que infunda temor allá por donde vaya, un barco que incluso las sirenidas teman, un barco tripulado por neyas umbreos...-


Drake empezó a intuir lo que aquel loco iba a pedirle...


-Dame a La Dama Blanca y tu dama por fin volverá a ti.-


...su barco, regalo del mismísimo Nuru, tripulado por fantasmas, umbreos y criaturas del abismo, uno de los siete barcos creados para recoger almas, que el mismísimo Dios le había arrebatado a su Corsario más temido, La Desaparición.


-Siento decirte que es un trato que no puedo cumplir, La Dama Blanca tiene vida propia y solo reconoce a un capitán.-dijo sonriendo pícaramente. Era cierto que aquel barco únicamente le obedecería a él pero había algunas opciones para poder hacer que otro lo tripulara, obviamente no pensaba desvelárselas, eso era algo que solo Nuru y él sabían.


-¿Es cierto que perteneció a La Desaparición?-preguntó el joven como si no hubiese escuchado la negación del albino pirata.


Drake suspiró entre risas.


-Muchas leyendas se cuentan acerca de mi amada Dama, desde que es una Diosa hecha navío hasta que perteneció a uno de Los Corsarios de la Muerte.-


-¿Cuáles son ciertas?-


-Verdaderamente todas tienen algo de ciertas, las leyendas siempre tienen una base real ¿No crees?-


-¡Quiero La Dama!-inquirió el joven.


-¡Imposible! Pide otra cosa-


-La Dama o no tendrás a Laisi-


Sintió una punzada en el corazón al escuchar como pronunciaba el nombre de la única mujer a la que había amado. Sentía cada ápice de su voz pronunciándolo como puñaladas en su frío corazón de demonio.


-No puedo, La Dama solo me obedece a mí, tendrías un barco inservible para navegar.-


-Drake ,Drake, Drake. Estás acabando mi paciencia y cuando ésto ocurre cosas muy malas suceden.-


Había oído hablar de las atrocidades que aquel joven había llegado a cometer pero ninguna le daba ni un poco de miedo. No se mata a un íncubo como a cualquier pirata y las torturas no son nada comparadas a las sufridas en su entrenamiento en los Infiernos.


-No te temo Mair, tú ni siquiera eras un pensamiento en la mente de tus progenitores cuando yo me alcé con el título de Príncipe del Norte. ¿Crees que batirte en duelo conmigo hará que salgas ganando?-Drake se echó a reír.-Eres un ingenuo, te queda mucho por aprender.-


Mair se empezó a reír con él algo que desconcertó un poco al albino.


-Crees que eres perfecto Drake, pero tienes un defecto muy grande, tan grande como tu mismo ego. Tu mayor defecto es que te crees superior a todos y tiendes a subestimar a tus adversarios. ¡Gran error Drake!-dicho esto en cuestión de segundos y ante la atónita mirada del demonio, sacó su hacha de abordaje, puso el cráneo en la mesa del capitán ególatra y le asestó un fuerte golpe haciéndolo añicos.


-¡No hay trato Drake!-dijo antes de salir por la puerta del camarote para volver a su barco.


El demonio se quedó paralizado unos instantes sintiendo como la rabia se apoderaba de su cuerpo. Su ojos de hielo se tornaron del color del fuego y su pelo empezó a oscurecerse como la noche.


-Afir dam aahj-gritó con tanta fuerza que de seguro lo escucharon hasta los borrachos en la taberna de Puerto Resquicio, donde tenía atracado el barco.


Un umbreo se presentó de inmediato ante él materializándose a través de un portal de sombras abierto desde el suelo.


-¿Ah um Frean?-


-¡Kull der sillx istaz!-


El idioma del abismo estaba prohibido en Thaindor, muchas leyendas rezaban que a cada uso de éste un poco del mundo moría, pero al incubo le importaba poco estar blasfemando con aquella lengua, la de su hogar, con su lengua materna, la única que le otorgaba poderes sobre la tripulación y su navío.


El umbreo se volvió a marchar por el mismo portal de sombras que había creado, dejando así a su furioso capitán solo. Drake miró los trocitos a los que había quedado reducida la calavera de su amada. Mair sabía cuan importante era para él poseer esos restos, que valor los íncubos y criaturas de los Siete Infiernos les daban a los huesos. Ahora lo entendía todo. Aquel insolente lo había planeado así, se había adelantado a sus pensamientos y había jugado con él.


Cogió con rabia unos cuantos fragmentos de hueso y los apretó con fuerza incrustándolos en sus pálidas manos y haciendo que su sangre roja como el fuego del abismo brotara. Sentía una rabia descontrolada, una tristeza abrumadora y una impotencia insultante. Como algo inusual en él y en cualquier demonio Drake se echó a llorar. De sus ojos antes de hielo comenzaron a caer lágrimas de sangre. Cualquier criatura en todo Thaindor sabe que jamás se debe hacer que un demonio llore sangre, pues caro es el precio a pagar por ello. No era la primera vez que al incubo le hacían eso ni tampoco era la primera que un Engel lo hacía.


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La Reina de los Piratas III: Venganza by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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