domingo, 23 de junio de 2013

Los Espíritus de los Elementos IV: La elección de los Monolitos.

Aldis intentaba encender una hoguera pero con el fuerte viento del norte soplando con fuerza era una tarea que le resultaba imposible

.-¿Y tú eres el elegido del fuego?-dijo Katla con su tono arrogante que únicamente usaba para el sexo opuesto.“Pobre Aldis” leyó en la mente de Leire. “Siempre aguanta estoicamente los constates ataques de Katla”

Aldis suspiró. “Podría estar durmiendo y no ofrecerme a encender esta estúpida hoguera”

-¿Necesitas ayuda anifan?-

Anifan era el nombre en vardo más despectivo que podía llamar una mujer a un hombre. Ese insulto designa al eclavo por excelencia, aquel que sirve a la reina durante un días y que sella su servidumbre entregándole su propia vida. Aldis no podía sentirse más incómodo ante aquel insulto, su padre había sido un Anifan y había conseguido escapar de su destino gracias a su madre, ambos habían sido repudiados por los vardos y según ellos era lo mejor que les había pasado.

-Puedo hacerlo solo.-

-Quita, lo haré yo.-le dijo Katla apartándolo de un empujón.

 Aldis no se resistió.“Qué lo haga la Asmpa”.Para los hombres vardos la vida era dura y se habían llegado a crear insultos refiriéndose a los distintos tipos de mujeres que podían existir en un reino. A día de hoy podían existir más de un millón de insultos creados por los vardos hacia sus mujeres. Una Asmpa era la típica mujer que cree que todo se le da bien. Leire observó la estampa, parecían un matrimonio. Las escenas de los matrimonios de los humanos en su tierra no distaban mucho de lo que vivía con aquellos dos día a día. No pudo evitar sonreír lo que hizo que Aldis la mirara con cara de pocos amigos. “Suerte que tu zéner es la paciencia” pensó la nórdica. Aldis escuchó aquel pensamiento retumbar en su cabeza y suspiró. “La paciencia es algo que los vardos llevamos en la sangre”.

-¡Hecho!-dijo triunfal Katla al haber conseguido encender la hoguera.-La próxima vez mejor deja que las mujeres hagamos las cosas, vosotros no servís para nada.- “Solo para procrear y viéndolo a simple vista ni siquiera para eso, no es puro”

Aldis escuchó los pensamientos de la varda y su sangre le hirvió de rabia. ¿Quién se creía que era? Intentó canalizar su rabia pero aquello fue imposible, llevaba escuchándola durante todo el día, apenas hacía unos días que se conocían y ya no podía soportarla, era digna reina de los elfos vardos y eso le ponía de mal humor.

-¡Seguro que no le dijiste eso a Evril!-Para los hombres vardos existían unos cuantos iconos de libertad, Efrik, el limpiador de túneles que consiguió que una reina se enamorada de él y renunciara a su trono, Efrén, el hermano de la Farina de la princesa, que escapó de su destino robándole todos los objetos de valor a su hermana, Aldaen, su padre, el vardo anifan que escapó con una humana y Evril, el teriántropo que había conseguido que la mismísima Reina Náyasse, la más cruel y despiadada de todos los tiempos le entregara su reino y se ofreciera a ser su Farina. Una Farina es una compañera que se asignan a las aspirantes a reinas, pueden competir con las mismas aspirantes para llegar a ser  reinas pero a veces pagan un precio muy alto pues si su Erina, a la que acompañan, no las libera de antemano tienen que pagar con su vida cuando la de su Erina llegue a su fin. Evril había conseguido ser el primer rey no vardo y el primero en tener un Farina, él era el mayor icono de libertad. Aldis sabía que Keil, la leona de Katla era su Farina y había sido un regalo de Evril. ¿Qué veían en él para respetarlo?

-¿Qué has dicho?-

-Has abierto las Puertas de las Dennath-dijo Leire al ver como Katla podía fulminar a Aldis con un simple pestañeo.

-¿Has nombrado a Evril con tu lengua mestiza?-dijo Katla acercándose a Aldis desafiante.

-Sí, mi mitad varda es digna de mencionarlo, te guste o no.-

Katla le miró con odio, no podía castigarlo porque no atendía a ninguna ley de un reino vardo y tampoco era un puro al que pudiese considerar su esclavo. Ante sus propias leyes él salía ganando.

-Evril es distinto a ti y distinto a todos los hombres.-

-¡Pues preséntamelo!-exclamó Leire intentando calmar la tensión que había entre ambos hijos de Selani. Katla se giró hacia Leire y contra todo pronóstico le sonrió.

-No creo que puedas imaginarte cuan distinto y perfecto es Evril. Si tenemos un momento entre todo este lío del Elemento Final, podemos viajar juntas a su reino.-le dijo con un tono dulce y melódico muy distinto al que empleaba con Aldis.
Leire sonrió a su compañera. Empezaba a pensar que las elfas vardas eran un poco bipolares o llevaban al extremo la diferencia de sexos. ¿Cómo podía cambiar tan repentinamente de humor? “Es un papel, no puede ser así de verdad” pensó la nórdica.
Katla volvió a girarse hacia Aldis que permanecía en silencio escuchando los pensamientos de Leire.

-Quiero que te quede claro. Evril es descendiente de Selani, lleva su sangre y eso le hace distinto a los demás.-

“Es un teriántropo” pensó Aldis viendo como Katla se daba media vuelta y daba por zanjada la conversación. Estaba claro que no iba a ser fácil viajar con dos chicas y mucho menos cuando una era la elfa varda más purista de todo Thaindor. ¿Qué pintaba él allí? Aldis sacó una manta de su saca y se echó a dormir o al menos a intentarlo.

“Vaya elfa más rara, con lo mal que lo trata y luego es una chica encantadora”
“Duérmete anifan, tus funciones vitales son lo único que sabes hacer bien.”

Los pensamientos de sus compañeras retumbaban en su mente. ¿Quién quería ser un zénere?

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Los Espíritus de los Elementos IV:La Elección de los Monolitos by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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