martes, 10 de septiembre de 2013

Fragmento la Reina de los Piratas III: Venganza Parte III

Mair sacó la muñeca del cajón de la mesa de su camarote. No pudo evitar sentir como la angustia inundaba su corazón oprimiéndole el pecho. Recordó a aquella pobre chiquilla que tanto había sufrido por culpa de los Piratas, de lo que él ahora mismo era. Hacía tiempo que ella había desaparecido, pero aún así siempre sentía la necesidad de vengarla al igual que a sus padres.

-Maren...-dijo en un susurro.-Siento que sufrieras tanto por los tipos de mi calaña,siento...-las palabras se le atascaban en la garganta creando un nudo que le impedía continuar. Apretó con fuerza aquella muñeca, lo único que le quedaba de Maren, de aquella pobre e inocente niña a la que había traicionado todo el mundo, incluso él mismo.

Aguantó las lágrimas, dejó encima de la mesa la sucia y rota muñeca de trapo y se levantó de su cómoda silla para mirar el horizonte por la gran ventana que el camarote tenía. Estaba atardeciendo, el cielo rojizo presagiaba mal tiempo algo que debía preocuparle a un capitán. Pero Mair estaba demasiado absorto en sus pensamientos, tenía que acabar con Drake, tenía que conseguir vengar a todos los que él había querido y el demonio se los había arrebatado. Cerró los ojos. La oscuridad le recordaba a él, pero no le importaba, en aquellos momentos quería escuchar a su mente, a su corazón. Pero éstos querían jugarle una  mala pasada.

Allí estaba la pequeña tirando de los cabos como si lo hubiese hecho durante su corta vida. ¡Maren! Se dijo a si mismo el pirata dejando que su mente lo llevara a aquel recuerdo a pesar de que sabía que le dolería.

-¿Lo hago bien?- dijo la pequeña.

-Átalos al mástil.-

La niña sonrió y obedeció. Mair recordaba aquella sonrisa, recordaba la pureza que desprendía, la inocencia que reflejaba. En aquel momento a penas llevaba unos meses en el barco, todos los tripulantes la respetaban, se hacía pasar por chico como su capitán y tutor le había aconsejado y la verdad es que lo hacía muy bien. Mair conocía su secreto y la veía como una dulce niña luchadora que solo buscaba un lugar donde encajar. Se parecía mucho a él y tal vez eso fue lo que hizo que el joven confiara en la niña más que en nadie en el mundo. Ella le escuchaba y animaba a cumplir su cometido. ¡Maren! Volvió a pensar el joven abriendo los ojos para evitar recordarla durante más tiempo.

-Juro que ese demonio pagará por todo lo que nos ha hecho.-dijo enfurecido cerrando los puños y apretando los dientes.-Acabaré con él, acabaré con todos los que nos hicieron esto y juro que cumpliré tu sueño...-

El joven se giró nuevamente hacia la mesa y se dejó caer en la silla.-Donde quiera que estés te proclamaré la reina de los piratas y...-el nudo volvió a instalarse en su garganta. Golpeó la mesa con fuerza haciendo que los mapas se arrugaran un poco. Sintió las punzadas de dolor que hacia años había sentido con la pérdida de la niña y de un manotazo tiró todo lo que había en la mesa al suelo.

-¡Te odio Drake! ¡Te odio a ti y a toda tu estirpe!-gritó enfurecido clavando una de sus dagas en el mueble de madera de roble. Su mirada se perdió unos instantes en la habitación cegada por la ira, pero segundos después se posó sobre la raída muñeca. ¡Maren! Recordó como odiaba la niña los enfados, como odiaba enfadarse y ver a alguien enfadado. Rápidamente se acercó a la muñeca y la cogió con dulzura.

-Maren...mira en lo que me he convertido.-El joven calló de rodillas al suelo.-Soy igual que ellos...-dijo desolado.-Soy lo que ambos odiábamos,soy....-suspiró con fuerza y dijo las palabras como si le costara pronunciarlas.-Soy un pirata.-Apoyó la cabeza en el suelo como si estuviese haciendo una reverencia y se echó a llorar. Él no se quería llegar hasta ese extremo, no quería convertirse en lo que tanto había odiado. ¿Qué le diferenciaba de Drake? ¿Qué le diferenciaba de su padre, Dagal, El Despiadado? ¿Qué le diferenciaba de los demás príncipes? No se había ganado el mote de Mair, El Sanguinario por ser buena persona, había asesinado, había violado, había mutilado, saqueado, torturado...El joven golpeó el suelo con rabia pensando en la enorme lista de atrocidades que había cometido. ¡Esto es ser un pirata! ¡Esta es la vida que elegí! Se tumbo en el suelo de madera del camarote azul. ¿Eran ciertas las leyendas que camarote de El Alma Azul entristecía los corazones? Mair se enjugó las lágrimas con las magas de su camisa y comenzó a cantar en susurros una canción pirata.

Así es la vida de un pirata,saquear tras la victoria y nada dejar....En cada puerto un amor, después del ron...

El joven suspiró nuevamente. No recordaba la letra de aquella canción que a Maren tanto le gustaba. Pensó unos instantes y repitió las pocas frases que recordaba intentando que la continuación de ellas le viniera a la cabeza.

-Hey,hey, así mi vida es, Hey, hey, de pirata ya lo veis.-dijo el joven dando por finalizada la dichosa canción.

La oscuridad ya se había apoderado de la estancia, si no encendía pronto las lámparas de aceite pronto no llegaría a ver más que lo que las lunas le dejaran. No le importó. En la oscuridad sentía la presencia del demonio, sentía a Drake cerca y eso le hacía poder pensar con más claridad su venganza.

-¡No me arrepiento Maren!-dijo como si la niña pudiese escucharle.-Si, me he convertido en lo que odiábamos, en lo que te prometí que no sería.-

El joven tiró con fuerza la muñeca estámpandola contra la pared de la estancia. El juguete cayó al suelo tras el golpe perdiendo la cabeza que rodó acercándose al joven y quedándose justo del derecho, observándole, como si se tratase de la mismísima Maren que le recriminaba su actitud con aquella mirada sin vida.

-¡No me mires así!-dijo dándole una patada a la cabeza de tela.-¡Es lo que soy! ¡Es en lo que me he convertido!- dijo enfurecido. -Hubieses pensado antes las consecuencias que la venganza conlleva.-

El joven respiró hondo, se incorporó y cogió la cabeza y el cuerpo de la muñeca. Encendió una de las lámparas y después se dirigió hacia su mesa. De uno de los cajones sacó un hilo y una aguja para acto seguido comenzar a coser a la malparada mujercita de trapo. Había hecho eso tantas veces, que a pesar de no ser un buen costurero, conseguía hacerlo de forma muy rápida. En cuestión de pocos minutos terminó de unir las partes y volvió a dejarla dentro del cajón donde la había sacado.

-Lo siento Maren, es lo que soy, me gusta ser así.-apoyó los pies sobre la mesa y miró el cuadro que había en frente. El Sanguinario lucía sus mejores ropajes en la proa de su barco. Odiaba ese ostentoso retrato. ¿Por qué todos los Príncipes tenían que tenerlo? Cogió la daga que había clavado en la mesa antes y se acercó a la pintura.

-¿Este es quien quieres ser Mair?- se preguntó a si mismo. Desde su interior él mismo se respondió. "Si, si es necesario para llevar a cabo mi venganza" pero justo al terminar de pensar la última de las palabras recordó a la pequeña.

-¿Por qué los Piratas son tan malos? ¿Por qué tienen que matar a la gente inocente?-

-No lo sé, pequeña.-

Recordó su llanto y la angustia inundo su pecho nuevamente. ¡Oh Maren! Replicó en sus pensamientos. ¿Por qué me haces esto? se dijo desolado. Acto seguido cogió la daga y la clavó en el cuadro, justo en el pecho del que se suponía que era él.

-La venganza duele, necesita de paciencia y fuerza de voluntad-arrastro el cuchillo rajando la pintura. -He cambiado, he cambiado mucho desde que empecé mi periplo vengativo.- sacó el cuchillo del cuadro y volvió a clavarlo para deslizarlo y hacer otra raja.-Pero tú aún estás en mis recuerdos Maren, tú, aún haces que siga teniendo conciencia.-Repitió la misma operación desgarrando la pintura otra vez. -Soy un pirata Maren, soy hijo de un Príncipe Pirata y he de asumirlo.- Por último clavó el cuchillo en la pared y cogió el cuadro y ayudándose de su rodilla lo partió en dos. Tiró el destrozado retrato al suelo y después se dirigió hacia la mesa, al cajón, a por la muñeca.

-Pero... que sea un pirata...- Mair volvió a coger el cuchillo y con él clavó la muñeca en el lugar donde hacia unos segundos se encontraba el retrato. - Que sea un pirata no hace que me olvide de que tú fuiste la que me dio fuerzas para empezar esto. Tú eres la princesa, la reina de los piratas.-

Dicho esto volvió a su silla y se sentó observando a la muñeca.

-Directriz 12, cada Príncipe deberá llevar su retrato oficial en el camarote, que le protegerá de los ataques de los demás y denominará soberano de los mares en los que reina y del barco en el que se encuentre. -dijo con voz ronca imitando al gordo borracho que solía hablar en las Asambleas.

Mair se echó a reír y comenzó a cantar.- Las reglas y normas jamás cumpliré, hey hey, esta mi vida es, mi barco es mi casa, yo mando en él , hey hey  de pirata lo veis.-

Como un designio del destino, la letra vino a él cuando menos lo esperaba. Recordando la canción al completo y sacando de una de sus vitrinas una buena botella de ron, el joven se pasó toda la noche cantando y bebiendo, haciendo vida de pirata.

-Ron y canciones por doquier, y la compañía de una mujer...-


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La Reina de los Piratas III: Venganza by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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