sábado, 31 de mayo de 2014

Fragmento Miembros del Círculo II-Êrhar: El amor de un ejecutor Parte I

Êrhar miró atrás y vio como las llamas comenzaban a devorar los árboles que rodeaban la que había sido su primera casa.

Notó la mano de Katen apretando la suya y las uñitas de su pequeña Nahoa clavándose en su pecho.

-Miwa Nahoa, miwa.-le susurró para intentar calmarla. La pequeña estaba tan atemorizada que el llanto no llegaba a cuajar, pero se podía intuir sin problemas que era lo que más deseaba en aquel instante.
-¿Ahora que haremos?-dijo preocupada Katen que sostenía al pequeño Siux y estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para poder aguantarse sobre la rama del árbol.

-Debemos huir hacia el fuerte más cercano.-respondió el mawka.

Katen le agarró con fuerza la mano para no perder el equilibrio y después comprobó que Reyan, que llevaba a su hermana de tres años a cuestas y Wenhtara, estuvieran a salvo junto a ellos.

-Seguiremos por las ramas hasta que se marchen.-dijo Êrhar.

Su familia asintió sin mediar palabra. El joven cogió al bebé de los brazos de su madre, y ordenó a Nahoa a abrazarse con fuerza a él. Êrhar siempre había sido mejor trepando a los árboles y caminando por las ramas que su amada, por lo que era más seguro que él llevara a los dos pequeños de la familia y ella procurara ocuparse de Wehni, Reyan e Imala.

Comenzaba a amanecer cuando decidieron que era seguro poner nuevamente los pies en la tierra. Êrhar bajó con los dos pequeños a cuestas y después ayudó a su mujer y a sus otros hijos a hacerlo.

-Creo que ya les hemos despistado.-dijo el joven. Estaba claro que subirse a los árboles había sido una buena idea, pero rápidamente comprobó que no había sido suficiente.

-Buscad por ahí, no podemos dejar que el ejecutor se salga con la suya.-

La voz del colono sonó lejana pero no lo suficiente para que Êrhar pensara que estaban a salvo. Katen le miraba atemorizada. Su hijos le miraban con los rostros de la tristeza y el cansancio comandados por el mayor de los temores. Allí se encontraba él, de pie ante su familia, sin saber que hacer y consciente de que ellos confiaban en él para que los sacara con vida de aquel entuerto. Parecía que nada podía ir peor hasta que Nahoa comenzó a llorar.

-¡Cállala!-le dijo bruscamente el mawka a su mujer.

-Tiene miedo Êrhar.-dijo la mujer acercándose a la pequeña para acallar su llanto.

-Nos matarán si nos encuentran.-gruñó el joven.

-Tú puedes con ellos papá.-dijo Reyan demostrando la confianza ciega que tenía en su padre.

-No con vosotros aquí.-dijo bruscamente, mientras miraba expectante a su al rededor, como si esperara que de un momento a otro los soldados colonos aparecieran.

-Antes lo has hecho, lo hemos hecho juntos.-espetó el niño.

Êrhar mandó a callar a su hijo y después furioso volvió a decirle a su mujer que callara a la pequeña Nahoa, algo que la chica no consiguió. De repente dos soldados salieron de entre los arbustos dirigiéndose con rapidez hacia los niños. Êrhar reaccionó con rapidez y lanzó su nekwar a uno de ellos. El arma impactó directamente en la cabeza del soldado. Segundos después el joven lanzó un dardo al otro guerrero y corrió hacia el primero y antes de que el cuerpo inerte cayera al suelo sacó el hacha de la cabeza de éste y con un giro casi rítmico se lo clavó al segundo que murió al instante cuando el hacha atravesó su garganta.

Katen había conseguido calmar a Nahoa, aunque la verdad es que la pobre niña parecía haber dejado de llorar al ver lo que su padre había hecho a aquellos dos hombres. Êrhar se giró hacia su familia, el rostro salpicado de sangre de sus enemigos y su gesto preocupado hizo que tanto Katen como sus hijos le vieran como un auténtico desconocido. El silencio reinó el bosque. El joven comenzó a limpiar la sangre del arma mientras su familia lo miraba expectante, Katen fue la única capaz de decirle algo.

-¿Vamos a pasar la noche aquí?-

-Sí.-respondió él secamente.

Katen suspiró y comenzó a preparar a los niños extendiendo su capa en el suelo, allí se sentarían todos y dormirían acurrucados.

-Vigilaré toda la noche. Descansad, cuando amanezca continuaremos.-

La cuarta luna brillaba fuerte de madrugada. Katen y los niños dormían plácidamente a pesar  de que las circunstancias no eran buenas. Êrhar les observaba atentamente, estaba preocupado de como podrían afrontar todos juntos el viaje, si en esa semana comenzaba a nevar seguramente morirían por el camino. Un frío invernal se levantó en aquellos instantes, como si los dioses quisieran poner al joven a prueba. De repente comenzó a nevar. Êrhar no encontró suficientes palabras en su mente para maldecir su mala suerte. Rápidamente se acercó a su mujer y la despertó.

-Katen cariño.-le susurró.

La chica se despertó sobresaltada haciendo que Reyan se estremeciera aunque sin llegar a despertarse.

-¿Qué ocurre?-preguntó la joven. Antes de que su marido le respondiera la chica vio la nieve caer y sus ojos se abrieron como platos. ¡Había llegado ya la helada!

-Despiértalos, tenemos que ponernos en marcha.-

Llevaban más de una semana de viaje. Êrhar llevaba Siux en brazos y a Wenh de la mano. Reyan iba al lado de su padre llevando a Imala sobre sus hombros, Katen iba algo atrasada con la pequeña Nahoa, la niña no paraba de llorar y de patalear lo que hacía que la pobre madre no supiera ya que hacer con ella.

-Êrhar, Naho tiene hambre.-le dijo la chica acelerando el paso para acercarse a él. Tanto -Además tengo que darle el pecho a Siux.- apuntó la joven. El mawka paró en seco de andar y se giró hacia su mujer. Sus hijos mayores hicieron lo mismo.

-Pararemos un rato.-dijo el joven entregándole a Siux. Katen aguantó con uno de sus brazos a Nahoa y cogió con el otro  Siux.-Voy a ver que puedo encontrar.-

Katen comenzó a darle el pecho al bebé mientras Reyan intentaba calmar a sus hermanas haciéndoles trucos de magia con unas pequeñas piedrecitas.

Un espeso manto de nieve cubría ya todo el suelo. Êrhar se subió a uno de los árboles más altos que encontró para escrutar el terreno, en aquellos momentos era bastante difícil encontrar una presa, puesto que la mayoría estaba refugiada hasta que el tiempo se asentara del todo. Resopló al no avistar ningún atisbo de vida cerca de su posición y sobretodo porque no conseguía llegar a ver ninguna ciudad o el fuerte amigo al que debían dirigirse. Bajó del árbol algo decepcionado y con un pequeño trozo de cuerda y un palo creó una trampa para conejos, su vida en la tribu y como parte de los Ejecutores le había enseñado a ir siempre preparado para la aventura, algo que en aquellos momentos era un auténtica salvación. Consiguió hacer tres trampas que distribuyó en tres puntos estratégicos. No tuvo que esperar mucho para conseguir que una presa cayera en una de ellas. Era difícil cazar sin cebo, pero había conseguido que al menos una pequeña liebre pereciera en aquel improvisado cepo.

Cogió el animalito muerto y se dirigió hacia donde se encontraban Katen y los niños.

-He conseguido algo.-dijo el joven enseñándole la liebre a su mujer.-Ahora intentaré hacer fuego.-continuó.

Katen asintió y continuó dándole el pecho al pequeño mientras con la otra mano intentaba calmar a Nahoa que no paraba de gimotear debido al frío. Êrhar intentó hacer una hoguera pero el fuerte viento que soplaba hacía que fuese una tarea casi imposible. Tras media hora el joven desistió, tiró la yesca y el pedernal con rabia y frustrado se levantó y comenzó a despellejar a la liebre.

-¿No puedes encenderlo?-preguntó Katen tapándose el pecho ya que el pequeño se había quedado completamente dormido.

-No.-respondió rabioso el joven.

Reyan cogió la yesca y el pedernal que había tirado su padre e intentó en vano encender la hoguera. Êrhar tardó a penas diez minutos en despellejar al animal y hacerlo pequeñas tiras que dar de comer a los pequeños. La carne cruda no era algo a lo que estuvieran acostumbrados pero cortada de lonchas finitas podría ser algo que les gustara. Hizo las reparticiones correspondientes y se las entregó  a sus hijos y a su mujer.

Katen, Reyan y Wehn se comieron sus porciones casi al instante de que el mawka se las entregara. Nahoa observaba su porción con mala cara mientras Imala se metía un pequeño trozo en la boca poniendo cara de asco.

-No me gusta-dijo Nahoa tirando los trozos de carne al suelo para acto seguido echarse a llorar.

-¡Cómetelo!-le riñó Katen. Êrhar rebañaba los restos del animal cuando escuchó a la niña y a su mujer. Alzó la mirada y observó a la niña llorando.

-Katen.-le dijo el joven para que hiciera que la niña se callara.

La joven miró a su marido e hizo un gesto indicándole que no sabía que hacer, acto seguido volvió a dirigirse a la pequeña.-Come y calla, no hagas que me enfade.-

La niña comenzó a llorar más y más haciendo que Êrhar se desesperara, el ejecutor se puso en pie, cogió la carne que la pequeña había rechazado y se la tiró. Los finos trozos de comida cayeron cerca de la niña haciendo que se echara a llorar con más fuerza.-¡Muérete de hambre!-gritó enfadado.

-¡Miwa Êrhar!-le dijo Katen intentando calmarlo.

El progenitor miró enfadado a su mujer y se dio media vuelta empezando a alejarse de ellos.

-¿A dónde vas?-

-A buscar agua.-bramó él. Era cierto que había visto un pequeño arroyo cuando se había subido al árbol en busca de una presa pero lo que verdaderamente intentaba era despejarse y pensar que podía hacer. Llevaban una semana de viaje y aún no conseguía divisar el fuerte del cual le habían hablado en la orden. Resopló y tiró una piedra al río. No encontraba ninguna solución, debía llegar cuanto antes al fuerte y comenzar con sus misiones en el círculo y además tenía que poner a salvo a Katen y los niños. ¿Cómo podía hacer ambas cosas a la vez? Solo podía llegar en apenas unos días al fuerte, él soportaba el frío, el hambre y el cansancio, pero si dejaba a Katen sola con los niños en aquel lugar les supondría una lenta y dolorosa muerte, de frío, hambre o atacados por algún animal salvaje. ¿Pero conseguiría llegar al fuerte o a alguna ciudad o poblado cercano si seguía viajando con los niños? Estaba claro que no, si se quedaba con ellos, si decidía ir con ellos morirían todos, ni siquiera él podría soportar más de tres semanas viviendo a la intemperie.

-¿Êrhar estás bien?-le preguntó Katen a sus espaldas sacándole de sus pensamientos. La joven abrazó a su joven marido y le besó en la nuca. -He conseguido que se calme, sabes que siempre ha sido delicada.-continuó la joven para después volver a besarle la nuca.

-Lo sé.-dijo el joven en un susurro.

-No te enfades con ella-

-No me enfado con ella. Solo estoy preocupado por todos.-

-No tienes porque preocuparte.-dijo la chica poniéndose en frente de él.-Estamos todos bien, si, no tenemos los lujos que teníamos en casa pero estamos juntos, eso es lo que importa.-

Êrhar agachó la cabeza al escuchar aquellas palabras. ¿Cómo podía decirle que si continuaban podía ir poco a poco viendo como sus hijos perecían? Reyan comenzaba a tener la punta de los dedos congeladas debido a la hipotermia, el mayor de sus vástagos hacía alarde de su madurez y había entregado parte de su ropa a sus hermanos pequeños, eso estaba matándolo poco a poco.

-¿Qué ocurre?-preguntó Katen preocupada.

-Nada.-respondió el chico en un susurro.

La chica le agarró la barbilla y le levantó la cabeza para mirarle  los ojos. -¿Qué ocurre Êrhar?-

El mawka cogió aire y lo soltó con fuerza, no iba a ser fácil decirle aquellas palabras.-Vamos a morir todos.-soltó como si las palabras fluyeran sin problemas de su boca, algo que no era totalmente cierto.

Katen negó con la cabeza.-Ni se te ocurra decir eso, podemos superar esta prueba que los dioses nos han puesto.-

-No seas ilusa Katen.-dijo cansino el joven.-¿Has visto las manos de tu hijo mayor? Empieza a tener un principio de congelación.-La joven le miraba a los ojos y seguía moviendo la cabeza diciéndole en silencio que no y a la vez negándose a ver la cruda realidad que estaban viviendo.- ¿Crees que Siux podrá aguantar mucho más? ¿Y Nahoa? Sólo llora y nos pone en peligro.-continuó quejándose.

-¿Y qué podemos hacer?-preguntó preocupada Katen a la vez que las primeras lágrimas de su sufrimiento ante aquella verdad se asomaban reflejando la impotencia que sentía.

Êrhar volvió a agachar la cabeza, no se veía con fuerzas de contarle lo que él creía que era lo mejor para todos. -Tú y yo...-no hizo falta que terminara la frase para que la chica entendiera lo que estaba pensando. Katen rompió a llorar y se dio la vuelta dándole la espalda como si no quisiera que la viera llorar.

-No puedo creer que estés pensando en eso Êrhar.-dijo la chica con la voz entrecortada.

-Podemos tener más hijos.-dijo el mawka casi sin pensar en la dureza de aquellas palabras.

-¡No!-gritó ella volviéndose hacia él.-Ni se te ocurra volver a decir eso.-

-Katen, tú y yo podríamos salir vivos de esto, si continuamos con ellos moriremos todos.-

La muchacha volvió a negar con la cabeza.-¡No Êrhar no!-dijo llorando desconsoladamente.-Somos una familia y permaneceremos juntos.-

El chico cogió a su mujer por los hombros con una delicadeza extrema la besó en la frente aunque ella intentó zafarse de él y después la miró a los ojos.-Nena, no es fácil para mi, no puedo permitirme estar más tiempo sin ayudar al círculo.-

Katen apartó de un empujón a su marido.-¿Te importa más el círculo que tu familia, tu sangre?-

-Me importas tú. Solo te necesito a ti a mi lado.-

-Te quiero Êrhar pero...El joven abrazó a su chica y comenzó a acariciarle el pelo.-...creo que te equivocas.-

-Ojalá hubiese otra solución, a mi me duele igual que a ti pero también me dolerá verlos morir uno a uno y no poder hacer nada para poder evitarlo.-

Katen se enjugó las lágrimas y suspiró de mala gana.-Haz lo que tu quieras, después de todo lo que me has hecho sufrir cada día te amo más.-dicho esto la joven se marchó dejando al mawka a solas nuevamente con sus pensamientos. Êrhar respiró hondo y sacó las cuchillas que guardaba en su cinto. Lo haría rápido y de la forma más indolora posible, si iba a hacer aquel parricidio era simplemente parar ahorrarles un terrible sufrimiento a sus pequeños, los amaba, aquel horrible acto era un gesto de amor. Intentó convencerse a si mismo de aquello, de que estaba haciendo lo correcto, cuando mentalmente estuvo preparado para llevar a cabo el atroz asesinato volvió a donde su familia se encontraba.

Katen abrazaba al pequeño Siux con fuerza como si se negara a dejar que lo matara. Êrhar observó a cada uno de sus hijos, Reyan, el pequeño hombrecito, aún continuaba intentando encender la hoguera como si velar por su madre y hermanos fuese lo primordial para él. Wehni estaba intentando ayudar a Imala a que terminara los trocitos de carne cruda, a la pequeña al parecer le había llegado a gustar aunque le costaba masticarlos. Nahoa se aferraba a Katen mientras apretaba los labios para no echarse a llorar. Katen vio como Êrhar llevaba una de sus cuchillas en la mano, aunque intentaba esconderla poniendo el filo hacia arriba y tapándolo con el antebrazo. Estaba decidido, iba a matarlos para supuestamente salvarlos. Miró  a su marido como si fuese su peor enemigo. Êrhar evitó aquella mirada a toda costa, le dolía, sufría solo de pensar que ella jamás se lo perdonara.

El mawka se apoyó en un árbol y en silencio observó a sus hijos durante unos minutos, quería recordar cada gestos, cada centímetro de sus rostros, cuerpos... no quería jamás olvidarlos. Aquello era su forma de despedirse de ellos aunque Katen no lo veía así. Ella sentía que los estaba acechando como un depredador acechaba a sus presas. Desde que se había marchado con los del círculo había cambiado mucho, ella había visto una faceta de él que jamás quería que hubiese perfeccionado, era un ejecutor, un asesino entrenador para acabar con la vida de cualquiera, incluso con la vida de sus inocentes hijos. Katen dejó al pequeño Siux en el suelo con cuidado, se levantó y cogió a Nahoa del brazo con fuerza para arrastrarla hacia él. La niña comenzó a llorar al sentir la fuerza que su madre ejercía sobre su pequeña extremidad.

-¡Mátala ya!-dijo cogiendo el brazo donde tenía el cuchillo y moviéndolo hasta hacer que el filo quedara en la garganta de la pequeña.-¡Venga hazlo!-

Reyan, Wehn e Imala observaron atónitos a su madre.

-¿Pero qué haces mamá?-le reprochó Reyan tirando los utensilios para hacer fuego y cercándose a ella para hacer que apartara la cuchilla del cuello de la pequeña que lloraba desconsoladamente.

-Os va a matar.-dijo señalando a su marido.-Lo ha decidido y os está acechando como un depredador.-

Reyan abrió los ojos como platos y miró a su padre buscando una respuesta negativa, algo que no obtuvo. El niño dio un par de pasos atrás aterrorizado por que lo que su madre acababa de decir era cierto. ¿Por qué quería matarlos? Sus ojos comenzaron a inundarse de lágrimas.

-Es por vuestro bien. Os salvará de una muerte dolorosa y así él podrá llegar a su destino y continuar con su trabajo para el círculo.-dijo la mujer con sarcasmo.-¡Cuán importante es el círculo!-continuó con más sarcasmo aún.-¡Venga!¡Mátala!-gritó apretando el cuchillo contra el cuello de la pequeña.-Sé valiente y acaba con ella, luego puedes continuar con tu hijo mayor, él seguro que opone algo de resistencia.-

Reyan cayó sobre sus rodillas echándose a llorar, sus hermanas hicieron lo mismo y segundos después el pequeño Siux como si comprendiera el dolor que sentían sus hermanos, se unió al llanto.
Êrhar permanecía en completo silencio apretando con fuerza la cuchilla. ¡Será rápido e indoloro! Se repetía una y otra vez convenciéndose para el atroz acto.

-¿Sabes qué?-dijo Katen soltando a la niña que rápidamente corrió hacia su hermano mayor que la abrazó con ternura.-Mejor mátame a mi primero.-continuó echándose a llorar y poniendo el cuchillo en su cuello.-No soportaría ver como acabas con ellos, no soportaría vivir sin ellos.- Las palabras de Katen fueron puñaladas en el corazón de Êrhar, se lo estaba poniendo muy difícil. Miró  sus hijos, a pesar de llorar desconsoladamente continuaban allí, como si hubieran aceptado la decisión de su padre. Aquello le partió el corazón, ellos demostraban mil veces más amor con ese acto que él acabando con sus vidas para evitarles sufrimiento. Era tan grande el amor y admiración que sentían por él que aceptaban su decisión sin más. Miró a Katen, sus preciosos ojos azules estaban enrojecidos por el llanto, apretaba con fuerza el cuchillo contra su cuello mientras en susurros le suplicaba que la matara a ella primero. ¿Había alguien en toda Kartia que lo amaraba más que su familia que pensaba que su vida valía más que ninguna? Abrió la mano con la que aguantaba el puñal y dejó que éste cayera al suelo. Se encontraba tan mal que ni siquiera se percató del tremendo suspiro que Katen soltó cuando vio que deponía el arma. Apretó los labios y calló sobre sus rodillas para acto seguido abrazar a su mujer por la cintura y echarse a llorar como un niño apretando su rostro contra el vientre de ella, el vientre que había engendrado a sus pequeños, a las personitas que más amaba en el mundo, los que le idolatraban, los que había estado a punto de traicionar. Katen dejó de llorar y acarició la cabeza de su marido.

-Lo siento.-comenzó  a repetir él.

De repente sintió el abrazo de sus hijos incluso sintió las pequeñas manitas de Siux que Reyan había cogido en sus brazos. Sintió el afecto de todos ellos y cuando sintió cerca a la pequeña Nahoa no dudó ni un instante en abrazarla. Se puso de pie y la cogió en sus brazos. -Mi pequeña, preciosa mía.-le dijo besándola repetidas veces. La pequeña parecía haber entendido con una madurez extrema el mal momento por el que su padre había pasado, porque le brindó la mejor de sus sonrisas como si supiera que solo aquello podía hacer feliz a su desolado progenitor.

-Jamás dejaré que os ocurra nada.-dijo el mawka entre lágrimas.-¡Jamás! Si me uní al círculo fue por vosotros.-miró a cada uno de sus hijos y por último a su mujer, el amor de su vida.-Para dejaros un mundo en el que no tuvieseis que ser esclavos.-Con la pequeña en brazos hizo un gesto para que volviesen a abrazarse todos, la familia en seguida lo entendió. -Os quiero...jamás dejaré que os pase nada.-

2 comentarios:

  1. Al final, lo único que importa es la familia ;-;

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    1. A Aarón este personaje no le gusta, el chico, le cae mal xD

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